viernes, 17 de septiembre de 2010

Asi fue la guerra

Si alguien pregunta por qué morimos// decidle que porque nuestros padres nos mintieron”. Rudyard Kipling, cuyo único hijo había muerto el día que entró en combate, reflejaba así el sinsentido vital en que desembocó la barbarie bélica que tuvo lugar entre 1914 y 1918: la Primera Guerra Mundial. Un soldado inglés escribía a su casa en febrero de 1918: “Todo el mundo está harto, y a ninguno le queda nada de lo que se conoce como patriotismo. Lo único que quiere todo el mundo es acabar con esto de una vez e irse a casa”. La guerra se había convertido en una matanza industrializada, provocada por una maquinaria militar hasta entonces desconocida, que exigía un heroísmo rutinario y deshumanizado.

El ambiente que la acogió había sido bien diferente. Su estallido fue una sorpresa, incluso para quienes tomaron las decisiones que la desencadenaron. Sin embargo, se recibió con entusiasmo, con euforia incluso. A la declaración de la guerra siguieron multitudinarias manifestaciones de exaltación patriótica en Berlín, Viena o París y los jóvenes británicos acudieron en masa a alistarse. Fue, entonces, la más popular de las guerras, “el momento sagrado”, en la evocación de Ernst Jünger. “Gracias a Dios, por habernos hecho vivir esta época”, resumió el poeta Rupert Brooke. Stefan Zweig retrató el júbilo popular que acompañó en Austria a la movilización: “El primer espectro de esa guerra que nadie quería  había desembocado en un repentino entusiasmo”. Eran manifestaciones en las calles, flamear de banderas, vítores a “los reclutas [que] desfilaban triunfantes, con los rostros iluminados”

La Gran Guerra –así se la llamó, por la magnitud del acontecimiento– resulta crucial en la historia contemporánea ya que, por primera vez, estallaba una contienda entre países industrializados. Fue una época de grandes ejércitos, pero sobre todo de naciones enteras, cuyos recursos se pusieron al servicio de la contienda. La resolución del conflicto, pronto se vería, llegaría no por la victoria militar según las artes de la guerra, sino por el agotamiento de alguna de las partes.

El año 1914 no es una fecha convencional y marca una nítida línea divisoria en la historia de Europa. La guerra cambió la civilización occidental, en un corte brusco y profundo, sin parangón. Cuesta encontrar otras coyunturas históricas con similar transformación en un periodo tan breve. Primera evidencia: hasta entonces las potencias europeas tenían un dominio indiscutible del mundo, pues la vitalidad económica de Estados Unidos carecía de la correlativa superioridad militar.

Aumentó además el control político de la sociedad, para evitar disidencias críticas que cuestionasen el patriotismo. La libertad individual se vio restringida y se acentuó el autoritarismo incluso en los países liberales, pues los países militarizados lo subordinaron todo a la victoria. Tales rasgos no desaparecieron en los convulsos años que siguieron a la guerra, cuando las democracias pasaron por serios apuros.
La causa de la Gran Guerra ha sido una de las cuestiones históricas que más ríos de tinta ha hecho correr, desde que el Tratado de Versalles estableciese la culpabilidad de Alemania. La agresividad alemana contribuyó decisivamente al estallido del conflicto, pero éste se gestó por la rivalidad entre las grandes potencias. La enemistad entre Alemania y Francia –que, en 1870, había tenido que ceder Alsacia y Lorena a la primera– fue una constante. En último término, y sin desechar la influencia de las rivalidades económicas, el conflicto lo alentaron los nacionalismos. Éstos eran ahora sentimientos de masas, que compartían orgullos y rencores. Su identificación patriótica daba respaldo social a las políticas estatales de prestigio o de intereses.

En Europa se había construido un complejo sistema de alianzas, al que se ha responsabilizado de la situación que llevó a la guerra. Tal política creó un volcán capaz de arrastrar a la catástrofe, más allá de las voluntades de quienes tomaban las decisiones. Sin embargo, el sistema había sido el telón de fondo de la larga etapa de paz iniciada en 1870. Su impulsor, el canciller Bismarck, buscaba así la seguridad de la recién nacida Alemania, no tanto su hegemonía. Su principal objetivo, supuesta la hostilidad de Francia, era evitar que ésta lograra una posición de fuerza con pactos internacionales. Nació así una complicadísima trama de compromisos entre Estados con proyectos de beligerancia común, cuyas implicaciones sobrepasaban al control de cualquier potencia. Con todo, durante sus primeros veinte años, el sistema propició la estabilidad, sin que ninguna tensión amenazara seriamente la paz europea. Las cosas empezaron a cambiar hacia 1890, cuando el nuevo Káiser sustituyó a Bismarck. Para Alemania, el sistema de alianzas dejó de tener como norte la seguridad y se puso al servicio de su supremacía. Los temores que suscitaba en sus vecinos y su apuesta por un bloque central con Austria-Hungría e Italia llevaron a que en 1891-92 se aliaran Rusia y Francia, el gran temor de Bismarck. En 1904 se sumó Inglaterra, pese a su rivalidad histórica con los galos, pues el creciente poderío naval de Alemania hacía peligrar su hegemonía marítima. En estas condiciones, cualquier incidente podía provocar la guerra y ese incidente fue el atentado de Sarajevo. El estallido bélico fue una sorpresa, pero se había preparado minuciosamente durante décadas. Sin embargo, nada salió como previeron los Estados Mayores. No hubo en el frente occidental las batallas relámpago que habían pensado los mandos alemanes, ni fulgurantes movimientos, ni rápidas victorias; sólo una guerra de desgaste.

La paz se negoció entre los vencedores y sus términos se comunicaron a Alemania. La conferencia de paz, reunida en Versalles, trató los Catorce Puntos de Wilson y se creó la Sociedad de Naciones, para garantizar la paz. Alemania fue humillada, con duras medidas y la obligación de onerosas reparaciones. Si la guerra fue un error, la paz permitiría que aflorasen los revanchismos alemanes. Combinada con las convulsiones de la posguerra, llevaba en su seno el germen para que se repitiese el conflicto a escala aún mayor.



1 comentario:

  1. no manzhes te pazaz azii omaz info jaja pero esta interesanthe jaja mm the falto una q otra imagen no jaja

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